Jaramillo, Gerardo
Mar de tinta, legítima defensa, verano 1992.
“Charla con Silvia Molina”
Silvia Molina nació para la literatura en 1977 al publicar su primera novela, La mañana debe seguir gris, con la que obtuvo el premio Xavier Villaurrutia. Desde entonces y paulatinamente se ha convertido en una de las voces que mejor representan a la literatura hecha por mujeres en México con novelas como Ascensión Tun, La familia vino del norte e Imagen de Héctor.
Ha combinado su pasión de escritora con la de editora de libros infantiles. Actualmente coordina la colección La Tortuga Veloz, coedición de la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Ediciones Corunda.
—¿Por qué decidiste ser editora de libros para niños?
—Porque es muy creativo. De las actividades editoriales, me parece la más lúdica. El editor juega a ser editor, a hacer libros pensando hasta en el último detalle que pueda servir para atrapar al lector. Porque es un reto y me gustan los retos, por eso soy editora, si no lo habría dejado.
—¿Cómo fue que te iniciaste en la edición infantil?
—Por casualidad. Nunca soñé siquiera con ser editora. Todo comenzó un día en que Martín Casillas fue a buscarme. “Alguien” le dijo que yo tenía un libro sobre la tortuga y él estaba montando una editorial y buscaba textos. Lo mío era un ensayo más o menos serio que había preparado en la unam para Huberto Batis; algo así como un diccionario sobre la tortuga siguiendo el modelo de La luna de José Luis Martínez. Me lo pidió, nos conocimos, lo publicó y más tarde me pidió que trabajara con él como editora. Ni idea de lo que era ser editor. Pero caí en eso de tal suerte que pasé después a trabajar en Promexa y allí me tocó ayudarle a Isabel de la Mora en las ediciones de Patria, concretamente en la colección infantil Piñata. Me gustó eso de inventar qué darle a los niños para que se entretuvieran. Allí mismo en Promexa había un fondo editorial infantil muy grande, porque eran distribuidores en México de varias editoriales extranjeras. Yo veía las maravillas que se publicaban en otros países y me moría de ganas de hacer cosas así en México. Pero era inevitable estrellarte contra la frustración de no tener dinero para hacerlo.
Hacer libros es difícil y más los dirigidos a los niños. ¿Desde hace cuánto tiempo te dedicas a la edición de libros para niños?
—Desde que entré a Patria en 1983, si mal no recuerdo. Pero allí me sucedió otra cosa extraña. Un día me llamó Patricia Van Rijn, la directora y dueña de cidcli. Pensé que era para que le escribiera un cuento. Me fui para atrás cuando me propuso que me quedara en su editorial mientras ella hacía un viaje de un año a Francia. Patricia no me conocía y me estaba dando la oportunidad de jugar, de intentar... y también de llevarla a la quiebra. Me pareció interesante y decidí aceptar su invitación. Aprendí mucho: cómo llevar una oficina administrativamente, cómo enfrentarme a los problemas de distribución, cómo exportar...
Editar libros Infantiles
—¿Cuáles son los problemas a los que te enfrentas como editora?
—Demasiados problemas tiene un editor tan pequeño como yo que lo único que tiene son ganas de hacer libros que devuelvan el placer de la lectura a los niños. No tengo dinero. Desde que fundé la editorial he trabajado de free lance para sostenerla. He sido mi propio mensajero, mi propia secretaria... y he tenido que aceptar que soñar no cuesta nada. Sin embargo, debo decir que tuve una suerte maravillosa al toparme con Silvana Cervera, mi socia, a quien yo llevaba todo tipo de trabajos a imprimir porque es impresora. “Ay, Silvia –me decía– siempre haciendo cosas para los demás. Por qué no haces algo para ti”. “No tengo dinero –le respondía, sólo sé jugar”. Fue tan generosa que decidió jugar conmigo. Eso abarata enormemente los costos, pero aun así, tenemos el problema de las ventas. En México no se lee. No es nada nuevo. No se compran libros para niños. Y hacer libros bien hechos para niños quiere decir invertir una suma considerable de dinero. Por eso he tenido que conformarme con hacer libros modestos. Lo que yo puedo hacer me rebasa económicamente. Necesitaría un socio millonario (el puesto está vacante). Actualmente tengo planeadas dos colecciones pero no tengo los recursos para publicarlas.
—¿Buscas lo literario al cien por ciento?
—En la medida de lo posible. Lo primero que busco es un texto bien escrito que entretenga, que no enseñe nada, que no sea una moraleja. Un texto en el cual el niño pueda ver reflejado su mundo y pueda pensar: “Ese soy. Eso me gustaría vivir”, etc.
—¿Cualquier escritor puede escribir para niños?
—Por desgracia, no. Escribir para niños es difícil. Hay que encontrar un tono, una manera de decir, una historia atractiva. Hay que tener un profundo respeto por el niño, pensar que es un lector inteligente. No es nada sencillo.
—¿Has rechazado textos de escritores importantes para tus libros?
—Sí. Por diversas razones, he rechazado cuentos de escritores que son incluso amigos míos. Puede ser porque mi colección es para niños muy pequeños y requiero textos breves; puede ser porque de plano no funcionan. Y no funcionan porque el lenguaje no es adecuado, porque las situaciones son fallidas, porque el tono no es para niños...
—¿Notas resistencia al solicitar textos infantiles a escritores para adultos?
—Mucha. A la mayoría de los escritores no les llama la atención escribir para niños. El género ha sido menospreciado en nuestro país por tradición. Se ve mal. Es curioso, en otras partes del mundo el escritor para niños y jóvenes goza de un gran prestigio, es reconocido y tiene, por lo general, no sólo éxito sino un ingreso económico muy fuerte. A los escritores mexicanos no les gusta escribir para niños o tienen miedo. “No escribo para niños”, dice la mayoría.
–¿Invitas a tus amigos escritores a que participen en tus ediciones infantiles porque buscas la excelencia o porque un nombre atrae?
—Los invito por varias razones. En primer lugar porque siendo escritores pueden escribir con calidad; en segundo lugar porque de esa manera van haciéndose de un público lector que los irá siguiendo; y en tercero porque, efectivamente, un nombre conocido puede atraer a los padres o a los maestros.
—El escritor escribe lo que quiere, ¿no es cierto? ¿El escritor infantil también?
—Sí, claro. También. Sólo si sabe hacerlo para niños. Esa es la diferencia. El escritor para niños sabe que tiene un lector determinado, específico: un niño de ocho años, por ejemplo. Creo que no elegiría hablarle de una pasión tormentosa simplemente porque el niño no va a entender.
Los problemas del escritor infantil
—¿Cuáles son los temas que le están prohibidos al escritor infantil?
—No sé. No sé si deba haber temas prohibidos. Todo es cuestión de que el escritor piense que su lector es un niño que no ha vivido ciertas cosas que podría entender sólo con la experiencia. Creo que la violencia, el crimen, el sexo, por ejemplo, no serían adecuados para un público infantil. Pero, por ejemplo, la experiencia de la muerte, sí. La desaparición de un ser querido sucede. Si se le da al pequeño un texto sutil donde pueda reconocer ese sentimiento que ha experimentado, incluso le va a servir para entenderse. Todo es cuestión de cómo decida el escritor acercarse al niño.
—En un artículo que publicaste en Libros de México te referías a las dificultades que tiene el escritor de textos infantiles. ¿Podrías mencionarlas?
—Brevemente: Yo decía allí que el novelista o el cuentista no dice: “Voy a escribir una novela sólo para dentistas o para arquitectos”. El narrador está urgido de escribir eso que tiene dentro y la narración encontrará su público. En cambio el escritor para niños tiene que estar consciente de que escribe para un niño de 6 años o para uno de 12. Un niño de 6 posee un entorno reducido. Su conocimiento del mundo es limitado y su experiencia está comenzando a descubrir su realidad. No le puedes narrar a un niño pequeñito una aventura de un esquimal vanidoso en el Polo Norte porque lo primero que va a decir es ¿qué es un esquimal; qué, Polo Norte; qué, vanidoso? Puede ser que el papá que lee eso para su hijo vaya contestando a las preguntas, pero a la larga el niño se va a cansar. No puedes usar palabras complicadas porque su lenguaje está también en una etapa de desarrollo. Si tú escribes una palabra como “oneroso”, digamos, el niño no sabrá de qué se le habla.
—¿Cuáles serán las causas del auge de la producción de literatura infantil en México?
—Yo no veo el auge por ningún lado. En México se produce mucha basura que no se puede llamar literatura infantil. Y la producción de literatura infantil en México es todavía paupérrima. Yo quisiera poder manejar estadísticas, pero no las hay. Sin embargo, te preguntaría, Gerardo, ¿has visitado una librería para niños en Estados Unidos o en Francia o en Alemania o en Japón? Las hay de varios pisos. La primera vez que visité una feria del libro infantil en Estados Unidos me fui para atrás sólo de ver los libros producidos en un año. Los editores privados hacemos lo que podemos, la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes ha venido publicando también un buen acervo infantil apoyando incluso a editores como yo, los Rincones de los Niños cada día están mejor surtidos, pero estadísticamente sería una mínima parte de la producción editorial anual del país. Esto irá cambiando en la medida en que los programas de promoción a la lectura y las ferias infantiles y todo cuanto se hace por crear lectores comience a dar frutos y en la medida en que el precio de los libros esté al alcance de los padres de familia, o en la medida en que se eduque al lector para hacer uso de las bibliotecas que se han ido formando. Cuando mis hijas eran pequeñas, yo no sabía dónde comprar sus lecturas (porque las librerías no manejan un espacio dedicado a los niños) y no tenía cerca de la casa una biblioteca para llevarlas a jugar con los libros.
—¿Consideras que los editores privados producen libros de calidad?
—Sí, por supuesto. Hay editoriales que se preocupan por eso. Pero, ¿tienes una lista de editoriales dedicadas a la literatura infantil? Las puedes contar con los dedos de las manos. De las editoriales dedicadas a los niños, muchas sacan libros para iluminar, cuentos clásicos refritos y mal ilustrados. Muchas sólo pretenden ser buenos comerciantes.
—¿Qué responsabilidad adquiere un editor de textos infantiles?
—No contribuir a que el país pierda lectores, simples lectores que en la secundaria, en la preparatoria o en su vida profesional puedan leer sin miedo el libro de química, el de geografía...
—¿Consideras que el país tiene tradición en literatura infantil?
—No. Absolutamente no.
—¿Existen autores infantiles mexicanos clásicos?
—¿Alguien ha seguido una serie completa de algún escritor mexicano para niños clásico de veras, lo que se llama clásico? |