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Conjuros de Felipe Garrido. como relámpagos como flechas |
Conjuros de Felipe Garrido, como relámpagos, como flechas
Felipe Garrido es un hombre amable, casi tímido, diría yo, a pesar de su larga experiencia. Posee sentido del humor y es un escritor humilde, sencillo. Sabe escuchar a los demás, pero cuando tiene la urgencia de tomar la palabra lo hace con vehemencia. La larga carrera literaria de Felipe ha ido por varios caminos: los de maestro, editor, traductor, promotor cultural y creador infatigable de lectores. Felipe ha cultivado el ensayo, la crónica, la novela y el cuento; y subrayo su labor en el ámbito de la literatura infantil. Enhorabuena por el Villaurrutia a Conjuros porque es un volumen que recoge 303 textos bien trabajados. Algunos tan cortos que nos recuerdan el amor a la brevedad de los maestros del género: Torri, Arreola y Monterroso. En este volumen, Felipe Garrido incluye textos que ya había publicado antes en Mentiras transparentes, su columna de La Jornada Semanal y en La musa y el garabato. Y también, desde luego, ha incluido textos nuevos. Los cuentos que han sido recopilados en Conjuros han sido depurados en tal forma que si comparamos su primera versión o su segunda ya publicadas, veremos cómo se han apartado de su original, cómo han perdido palabras o han sufrido cambios. No podemos llamar a estos textos varia invención ni minicuentos o minificción, porque a pesar de la brevedad son realmente cuentos. Garrido se ha especializado en el cuento corto y con estos conjuros donde caben la realidad y la fantasía, lo ónirico y lo religioso muestra su dominio del género. A la manera de Reymond Carver nos introduce en una escena que empezó antes de que abriéramos la página y aunque no nos dé antecedentes ni nos explique nada, ni hayamos sido presentados a los personajes, nos encontramos con seres humanos que tienen una historia de la cual intuimos todo y sabemos lo principal. Lo que me gusta de los cuentos, sobre todo, es lo que el lector espera y no sabe por dónde vendrá, porque Garrido le da la vuelta a su primera intención y nos sorprende. Y es que Felipe ha encontrado su propia manera de decir, su propia forma de inventar e inventariar la infancia —nuestra infancia—, la vida familiar —nuestra vida familiar—, su mundo —el nuestro—, las lecturas que lo hicieron vibrar de niño, adolescente y adulto y que nos transmite en esas historias de santos tan bien logradas tanto por el lenguaje como por los retratos de época, en las crónicas y textos de Antón Gil, el Xamurado, y en las sobremesas familiares con la insólita Martucha. Siempre con una prosa exacta y elegante, no en balde es académico, y con una sabia economía del lenguaje, como si la regla de la Academia de la Lengua fuera borrar en lugar de definir. He disfrutado los cuentos porque en ellos está reflejado su compromiso con la escritura. Uno sabe que está frente a un escritor cuidadoso, leyendo a un autor que busca la síntesis del poeta. Es interesante preguntarse por qué Felipe no agrupó los cuentos por su temática. Los cuentos en los que aparece Martucha a la mesa, fumando sabiamente, pudieran conformar un sólo volumen que sería prácticamente una novela, en la que veríamos a los personajes que la acompañan crecer, cambiar, hablar de sus angustias y de sus anhelos. Veríamos al chico obsesionado con ganar un partido, ganándolo por fin o retirándose del deporte, a las tías y las hermanas tomar el rumbo de sus vidas. Uno conoce a los personajes, porque además, como dijera Woody Allen, "todos tenemos una tía Tesi", y nos hubiera encantado tener una Martucha que contara historias maravillosas de sobremesa aún cuando no las contara y se refiriera simplemente al humo de su cigarro. Las historias de santos habrían podido conformar también otro volumen, aunque de hecho publicó Historias de Santos que habrían sido Otras historias de santos; o las crónicas de Antón Gil habrían conformado un volumen del Nuevo Mundo. Así hable de la casa, los placeres, los consejos, los ahorros, la luz neón, el parque, el agua, las sirenas, los corales, el paraíso, el rayo, los celos, la justicia o de las golondrinas o lo que sea, cada tema tiene su propio lenguaje, su atmósfera, esa forma que tiene de mostrar malicia literaria e ironía. Podemos imaginar la sonrisa de escritor que sabe que ha puesto un punto final en cada historia justo en el momento adecuado. Un punto que encierra y atrapa vidas, objetos, sentimientos, misterios, personajes, paisajes, animales, que nos ayudan, gracias a su pasión literaria, a imaginar, a enamorarnos y vivir intensamente nuestras vidas. “Un cuento, ha dicho Felipe, necesita tener personajes y tener conflicto. Un pensamiento sorpresivo, un pensamiento deslumbrante, es otra cosa: puede ser un aforismo, puede ser una simple ocurrencia, no necesariamente es un cuento corto. Los buenos textos cortos son como un relámpago, el relámpago se lleva bien con el jab que pide Cortázar o con la flecha que pide Quiroga. Un cuento breve es deslumbrante y mientas más breve, puede ser más deslumbrante.” Eso son los cuentos de Felipe Garrido, relámpagos que iluminan el placer de la lectura y flechas que atraviesan nuestros sentidos. Felicidades por este premio. Texto leído en la entrega del Premio Villaurrutia: 24 de abril de 2012 |