San Francisco de Campeche, Cam. 26 de enero de 2013.
Circo-Teatro Renacimiento 10:00 horas. Ceremonia de Entrega del Premio Estatal
“Justo Sierra Méndez, Maestro de América” 2013
Palabras del mantenedor
Lic. Rafael Vega Alí
Director del Archivo General del Estado de Campeche
Ciudadano Gobernador del Estado de Campeche
Lic. Fernando Ortega Bernés
Ciudadano diputado Edgar Hernández Hernández
Presidente de la Junta de Gobierno y Administración del H. Congreso del Estado
Ciudadana Licenciada Margarita Rosa Alfaro Waring
Magistrada Presidenta del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Campeche.
Ciudadana Presidenta del H. Ayuntamiento del Municipio de Campeche
Lic. Ana Martha Escalante Castillo
Autoridades militares y navales
Ciudadano Licenciado Carlos Pérez Cámara
Maestra Silvia Molina
Señoras y Señores:
El Comité Cívico Estatal, en la sesión que realizó el 16 del presente, acordó por unanimidad otorgar el Premio Estatal “Justo Sierra Méndez, Maestro de América” 2013, a la escritora Silvia Molina atendiendo la propuesta de un grupo de ciudadanos formado por Ileana Pozos Lanz, José Manuel Alcocer Bernés, Juan Carlos Saucedo, Gerardo Pasos Palma, Manuel Gantús Castro, Manuel Enrique Pino Castilla y Tomás Arnábar Gunam; de la Academia Campechana de la Lengua Española que preside Alejandro MacGregor González, de la fundación cultural “María Lavalle Urbina” a cargo de Nyndira Mass Narváez y del Archivo General del Estado. Propuestas que fueron acompañadas de los argumentos suficientes para demostrar los merecimientos innegables de Silvia Molina para hacerse acreedora al más alto reconocimiento que el pueblo y gobierno de Campeche otorga a sus hijos.
Agradezco al Ciudadano Gobernador del Estado la honrosa distinción que me ha hecho al designarme, en su carácter de Presidente del Comité Cívico Estatal, Mantenedor de esta Ceremonia de Entrega del Premio que por tercera ocasión lo recibe una mujer de Campeche. María Lavalle Urbina en 1981, Martha Medina del Río en 2008 y Silvia Molina en esta ocasión.
Silvia Molina, Campeche y el traje de campechana
Conocí a Silvia el 11 de febrero de 1978, la víspera del trigésimo aniversario luctuoso de su papá don Héctor Pérez Martínez, en el homenaje que los estudiantes campechanos radicados en la Ciudad de México organizaron para recordar a tan ilustre coterráneo. Los invitados de honor fueron los miembros de la familia Pérez Celis encabezados por doña María Celis de Pérez Martínez y entre los asistentes recordamos a María y a Eduardo Lavalle Urbina, José Narváez Márquez, Pedro Guerrero Martínez y Juan de la Cabada, entre otros.
Aquellos jóvenes entraron en contacto con la familia Pérez Célis por medio de Margarita y Beatriz Balmes Arceo, entonces estudiantes de Historia y Ciencias de la Comunicación respectivamente, en la Universidad Iberoamericana y amigas de Silvia, la hija menor de don Héctor.
El que les habla, tomaba el curso de Redactor y Reportero Gráfico en la escuela de periodismo “Carlos Septién García” y fui invitado para colaborar con Beti Balmes que tenía a su cargo la secretaría de prensa y propaganda de aquella organización estudiantil.
Para esa ocasión, doña María donó una foto escultura de su esposo con un hermoso marco tallado en madera de la selva campechana y Silvia leyó una semblanza de su papá escrita para la ocasión; el texto apareció publicado el mismo día en las páginas del suplemento cultural sábado del periódico uno más uno de la Ciudad de México; supimos entonces que Silvia era escritora y que el año anterior había ganado el Premio Nacional de Literatura “Xavier Villaurrutia” por su novela La mañana debe seguir gris, firmada con su nombre de casada Silvia Molina.
Desde aquellos días hasta hoy, Silvia ha publicado alrededor de medio centenar de libros por más de 35 años dedicada al oficio de narradora, como se autodefine, y su producción abarca todos los géneros literarios: novela, cuento, ensayo, antología, teatro, biografía histórica y sobre todo literatura para niños, afición que la llevó a fundar la editorial Corunda. Sobre su trabajo se ha dicho y escrito lo siguiente, entre otras cosas.
La Literatura de Silvia Molina está construida con una prosa tersa y sabia, que nos conduce con serenidad al interior de nuestras pasiones y nos interroga sobre los destinos posibles. Su escritura combina distintos niveles narrativos y espacios dramáticos para armar las tramas que la han colocado en un sitio preponderante de la las letras mexicanas.
La prosa de Silvia Molina es un ejercicio de intimidad y difícil llaneza a la búsqueda de la empatía con el lector; una prosa fundida siempre en la transparencia y la serenidad, dos virtudes que hacen de su narrativa una de las más agradecibles de la literatura mexicana contemporánea.
Además de las valoraciones que los expertos y críticos han dado a su trabajo, su producción intelectual ha sido un medio extraordinario para la difusión de Campeche, su historia, su gente, sus costumbres y tradiciones. Campeche ha sido un tema constante en sus novelas, cuentos y antologías. Una de las razones que la hace acreedora a la distinción que hoy recibe.
Desde La mañana debe seguir gris, ópera prima de Silvia que el tiempo ha convertido en una de las novelas más entrañables, importantes y propositivas de la literatura mexicana contemporánea, la autora promueve a Campeche al poner en boca de la protagonista de la historia la frase: Sabes, yo nací en Campeche ¿te gustan los marañones?
En 1980 publicó la antología Leyendo en la Tortuga y viajó a Campeche a hacer la investigación para escribir la novela Ascensión Tun becada por el Centro Mexicano de Escritores; este trabajo, publicado en 1981, es una historia de la orfandad, no sólo de algunos personajes, sino de toda nuestra región. En una atmósfera de discordia, pasiones y lealtad, los personajes reviven acontecimientos de la Guerra de Castas y de la visita de la Emperatriz Carlota. Recrea el Campeche que descubrió en sus investigaciones.
En 1984 apareció Lides de Estaño, libro de cuentos dedicado a su esposo Claudio Molina y gana el Premio Antonio Robles de Literatura Infantil por su libro La Creación del sol y de la luna. En 1987 y 1988 ven la luz las novelas La familia vino del norte y El hombre equivocado, respectivamente; en 1989 el libro de cuentos Dicen que me case yo; En 1990 el ensayo El cuento contemporáneo y la novela Imagen de Héctor, dedicada a su madre María Célis y por supuesto, a su papá.
Imagen de Héctor no es la biografía de Héctor Pérez Martínez ni la reconstrucción de una carrera literaria o política, es, ante todo, la voluntad de Silvia Molina de atrapar, en una novela, el inalcanzable amor por un padre que no tuvo tiempo de conocer, (ya que sólo tenía un año cuando la muerte se lo quitó). Es la historia de una búsqueda, de la posibilidad o imposibilidad de reconstruir a ese hombre para desprenderse de él y encontrar la propia identidad.
Imagen de Héctor dibuja dos vidas: la de Héctor y la Hija Menor; dos familias: la de Héctor y la política; y dos historias: la oficial y aquella que del cardenismo al alemanismo muestra y demuestra lo que el amor, el poder, la ausencia y la muerte terminan por mitificar. ¿Quién es Héctor? Un médico que dejó la medicina por el periodismo, un periodista que dejó el periodismo por las letras, un escritor que dejó la literatura por la política, un político que dejó la vida por el poder.
En 1991, dentro de la serie Letras de la República, publicada por CONACULTA aparece la antología Campeche, punta del ala del país, una selección de lo mejor de la literatura producida en Campeche del siglo XVI a XX y tiene como punto de partida la tésis titulada Las Letras del siglo XIX en Campeche que Silvia presentó para obtener la licenciatura en Letras por la UNAM años atrás. Para la realización de este trabajo contó con el apoyo de los participantes del taller de creación literaria de la Casa de la Cultura de Campeche, principalmente de Manuel Enrique Pino Castilla.
En 1992 gana el Premio Nacional de Literatura Infantil “Juan de la Cabada” con su trabajo Mi familia y la bella durmiente cien años después y aparece su libro de cuentos Un hombre cerca. En 1993 aparece Fundación de la Memoria, libro de fotografías y textos sobre la riqueza cultural y natural de Campeche con prólogo de José Emilio Pacheco.
En 1995 aparece la pieza dramática Circuito cerrado y al año siguiente el cuaderno de viajes Campeche, Imagen de eternidad y Bibliografía Contemporánea del Estado de Campeche.
En 1998 ven la luz el ensayo Encuentros y reflexiones, la biografía Héctor Pérez Martínez en la intimidad dedicada a su padre al cumplirse 50 años de su muerte y gana el Premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por su novela El Amor que me juraste.
En esta última, Marcela, la protagonista, viaja a un lugar mítico llamado San Lázaro para entender sus caídas y mientras narra su historia y la de otros personajes va describiendo el lugar de su refugio:
Allá estaban, cercando el Parque Principal, la iglesia de San Andrés, el ayuntamiento y los hoteles: el San Carlos, el Soledad y el San Francisco…el mar de San Lázaro me hechizaba porque aunque en esa bahía no revientan las olas, el agua parece fluir con más fuerza…en algún lugar de San Lázaro están sepultados mis precursores, llegaron de España y enamorados de ese puerto se anclaron a él… allí vivieron los padres de mi padre y los abuelos de sus abuelos…no había hecho una mala elección al ir a San Lázaro a repensar mi vida.
Caminando por las calles de San Lázaro me creía libre e independiente… allí por alguna razón, no tenía que darme ánimos para enfrentarme a la vida… tal vez era el azul del cielo y el sol lo que me hacía feliz…comimos sopa de pescado, pulpo en su tinta a la manera de San Lázaro y arroz blanco… me detuve en una tienda de artesanías donde compré para mis hijos dos barcos de madera dentro de sendas botellas… el mar estaba quieto y la ciudad flotante apenas si se movía… desiertas, las calles de San Lázaro se veían aún más hermosas.
En 1999 aparece la antología personal Recomenzar y gana el Tercer Premio de Literatura Juvenil Leer es vivir de Editorial Everest de España por su libro Quiero ser la que seré.
En el año 2000 recibe la Medalla “María Lavalle Urbina” que otorga el Gobierno del Estado de Campeche y la Asociación de Mujeres Profesionistas Universitarias de Campeche y en 2001 aparece su novela Muchacha Azul.
Pasa unos años a Bélgica como agregada cultural de México y a su regreso como Coordinadora Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes promueve incrementar el monto de los premios de literatura, entre ellos el Nacional de Literatura Infantil “Juan de la Cabada” que se entrega cada año en Campeche.
En el año 2010 ve la luz su novela Matamoros, el resplandor en la batalla y Álbum de la Patria, Campeche en el bicentenario de la independencia y en el centenario de la Revolución, obra patrocinada por el Gobierno del Estado de Campeche que gana el Premio Antonio García Cubas del Instituto Nacional de Antropología e Historia en la categoría infantil y juvenil.
En 2012 aparece el libro Cruzar la sombra y en 2013 De Campeche para el mundo.
A pesar de sus múltiples ocupaciones como escritora, esposa, madre, universitaria, catedrática o funcionaria pública, Silvia ha aceptado siempre con gusto participar en cuanta actividad cultural le han propuesto los campechanos ya sea en la Ciudad de México o en Campeche, pues aunque nació en la capital del país es campechana de nacimiento, condición que le concede nuestra Constitución Política al ser hija de un campechano.
El caso de Silvia, escribió Manuel Gantús, “nos hace comprender con certeza que un accidente obstétrico geográfico (nacer en determinado lugar) de ninguna manera determina el amor hacia esa tierra sino que son otros los motivos que definen ese cariño y afianzan ese vínculo comprobado y asegurado a través de tantos años y demostraciones existentes. Y Silvia Molina lo ha demostrado hasta el cansancio con su relación con esta tierra, la de sus ancestros y sobretodo que ese amor por Campeche nació, seguramente, a través de su En busca de Héctor… Qué coincidencia, buscando a Héctor se encontró con su amor a Campeche”. (fin de la cita).
En Campeche, imagen de eternidad Silvia escribe:
Mi liga emocional es más fuerte con Campeche que con el barrio donde nací, la colonia Anzures. En Campeche están enterrados mis muertos. Mis choznos llegaron de España: Zaragoza, Vizcaya, Madrid…, pero ya ellos, los Pérez, los Ceballos, los Zetina, los Canabal, los Martínez, los Zorraquín, los López, los Alomía, los Souza, los Zugasti fueron enterrados en Campeche desde el siglo XVIII, y como soy hueso de sus huesos, como diría mi tía Dorita, eso me hace “pertenecer”, sentir, no cabe duda, que me heredaron el mar y que he de pelear la herencia hasta lo último.
Campeche es mío desde antes de conocerlo. Lo comí, lo olí, lo sentí, lo toqué, lo escuché de lejos y nadie podrá quitármelo…Allí estaba en la sala un retrato de mi prima dora María, que tenía, por supuesto, un vestido de campechana. Yo esperaría y esperaría inútilmente que me lo heredara. ¿Cómo no iba yo a querer un vestido de campechana, si mi abuela, mis tías y mi prima tenían el suyo para las fiestas, y lucían sus cadenas salomónicas?
Silvia Molina se ha buscado en Campeche para reconocerse, pero en esa búsqueda ha sembrado amistad, lealtad, generosidad y trabajo, por eso, hoy cosecha cariño, admiración y reconocimiento. Al igual que su papá le gusta andar en los caminos de Campeche; además de la ciudad amurallada y la isla del Carmen, la vemos en el Camino Real, Los Chenes, Calakmul o Palizada.
La relación de Campeche con Silvia se resume en una frase: aquí la queremos, la sentimos nuestra y siempre estaremos orgullosos de ella.
Querida Silvia: Recuerda lo que te decía tu tía Dora: “que no se te olvide que eres de aquí aunque no tengas el traje de campechana, pues éste va por fuera y se hace viejo, pero la campechanía se lleva en el corazón y no se gasta”.
Recuerda siempre lo que te dijo frente a la tumba de tu abuelo Juan de la Rosa Pérez Canabal: “que no se te olvide que aquí están tus muertos; por eso, tu corazón no va a irse nunca de Campeche”.
¡Felicidades Silvia! Muchas Gracias por su atención. |