Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Ramírez, Luis Enrique: Los antijuniors:SM ¿una escritora que busca a su padre? |
Ramírez, Luis Enrique “Los antijuniors: Silvia Molina ¿una escritora que busca a su padre?” Generación, año II, núm. 21, nueva época, febrero de 1992.
Nunca fue Silvia. Siempre fue “la hija de Héctor”: de Héctor Pérez Martínez, escritor, periodista y político, “el mejor gobernador de Campeche”, el que puso fin al cacicazgo de aquella entidad al principiar los años cuarenta, diputado federal durante el cardenismo y secretario de Gobernación de Miguel Alemán Valdés. Para Silvia Pérez Celis se impuso una premisa: exorcizarse. Deshacer el mito, la leyenda que tomaba el lugar de su padre, a quien no conoció porque falleció cuando ella tenía un año de edad. Cargaba un muerto sobre sus espaldas y se propuso enterrarlo. Primero, se cambió el nombre; casada con Claudio Molina, decidió llamarse Silvia Molina. Indagó, se fue a Campeche: “Un político es un político aquí y en China. Yo quería encontrar algo verdaderamente horrible en su vida”. No lo encontró, pero sí encontró a su padre tras la búsqueda que motivó el empeño por cambiar aquella visión idealizada; conoció al hombre muerto en 1948, entendió a un ser humano y escribió una novela: Imagen de Héctor. –¿Lo enterró? –Sí, fíjate que sí, por fortuna... Silvia vivió su niñez entre fiestas infantiles en Los Pinos como parte de sus costumbres. Una nana inglesa, miss Heidi, llenó sus horas de soledad en una casa donde la ausencia de Héctor nunca fue asimilada. Sus amigos, los políticos más importantes de la época, visitaban a “los Pérez Martínez” y juntos pretendían mantenerlo vivo. La temprana cercanía con el poder anularía en Silvia toda reverencia ante éste de modo natural, pero señala: “Es una friega tener un padre importante, ¿eh?” En su investigación para escribir la novela que publicó el año pasado Cal y Arena, dice, “encontré un ser humano complejo. Realmente me encantó descubrir a un escritor y me encantó descubrir a un periodista, me encantó descubrir a un político y de pronto se me hizo raro pensar que ese señor que yo leía era mi padre... No sé realmente, no puedo ligar su figura a la palabra padre. Para mí es un señor que descubrí y que me tocó que fuera mi padre. Pero como padre nunca lo tuve. Lo tengo como escritor, lo tengo como periodista, lo tengo como político, pero no lo tengo como padre. Es una cosa rara, pero así es”. Reflexiona: “La verdad, no estoy completamente segura si lo encontré o no. Voy a asumir que sí lo he encontrado, porque de alguna manera siento que con Imagen de Héctor he terminado una época de mi literatura. Aunque no me lo propongo concientemente, yo he notado a lo largo de mi trabajo que en todos mis textos, de una manera o de otra, estaba implícita la búsqueda de la identidad. Siempre como que yo quería saber quién era, quizá porque no tenía resuelto mi problema o no sé si la literatura sea o deba ser una búsqueda del escritor. En mi caso creo que me ha ayudado, me ha ayudado poco a poco a encontrarme y a aceptarme, que es lo más importante; a aceptarme cómo soy con lo que soy, donde nací, como nací, en el medio en que me desarrollo y en el medio en que vivo. Sí, la literatura me ha dado la posibilidad de una búsqueda, yo creo que más mía que de otras cosas”. –Es curioso, los personajes centrales de sus novelas siempre han sido hombres... –Sí, es cierto ¿verdad? No me había fijado; estaba yo pensando que en La familia vino del norte no, pero sí, está la figura de Teodoro Leyva, que es lo principal. Y está la figura de José Carlos Becerra en La mañana debe seguir gris y está Ascención Tun, y ahora... es la búsqueda de los hombres en mi vida. Partiendo de Imagen de Héctor, yo pienso que de alguna manera esta relación padre-hija resuelta realmente me permite una relación mujer-hombre más libre, más natural. Yo no tuve padre, pues, ese es mi problema... –¿Toda su obra se explica, entonces, por la búsqueda de la figura paterna? –Pues yo no diría que la búsqueda de la figura paterna. Yo diría que la literatura ha sido hasta ahora mi propia búsqueda. Eso sí. |