Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Serratos, Miguel: Escribir es un proceso de enamoramiento |
Serratos, Miguel “Escribir es un proceso de enamoramiento” Marketing news. Marketing cultural, agosto de 1991, pp. 46-48.
Silvia Molina es una de las escritoras que mejor literatura están haciendo en nuestro país. Dueña de un estilo sencillo en la redacción de sus cuentos, así como una ardua investigadora en material histórico que luego, vuelve novelas. Esto último tal vez es el sello que más la distingue de las escritoras de su generación. Editora, maestra de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam; ama de casa, esposa y madre de dos hijas adolescentes. Entre sus obras publicadas se encuentran “La mañana debe seguir gris”, novela por la cual le otorgaron el premio Xavier Villaurrutia, en 1977. En 1981 publicó dos libros: la novela “Ascensión Tun” y “Leyendo en la tortuga”, una antología de textos que presentan a este mágico animal en el arte, la mitología, la cosmogonía, la religión, la magia y la literatura. Después, en 1984, dio a conocer un libro de cuentos “Lides de estaño”. En 1987 apareció su tercera novela “La familia vino del norte”, al año siguiente, “El hombre equivocado”, una novela colectiva que elaboró con un grupo de amigos escritores. En 1989, “Dicen que me case yo”, una recopilación de los cuentos de “Lides de estaño” y cuatro nuevos textos. Y más recientemente lo que sería su cuarta novela: “Imagen de Héctor”. También podemos encontrar, entre sus publicaciones, libros de cuentos para niños y diversos ensayos. Además, en 1989, editó para la unam una polémica que sostuvieron Alfonso Reyes y Héctor Pérez Martínez. Acerca de sus primeros contactos con la literatura y su posterior formación como escritora, Silvia Molina comentó a Marketing News: “Mis primeros contactos con la literatura fueron tardíos, a pesar de que por parte de mi padre, Héctor Pérez Martínez, provengo de una familia de intelectuales. Crecí rodeada del mundo intelectual mexicano, porque tenía constantemente cerca de mí a los amigos de mi padre; entre otros a gente como Luis Cardoza y Aragón, Fernando Benítez, Antonio Castro Leal y toda la generación de esa época. Estaba familiarizada con el mundo de los libros en un contacto no inmediato, no profundo, porque jugaba en la biblioteca de mi padre todo el tiempo, y sabía en qué estante estaban los libros. No los leía, sólo jugaba con ellos, paseaba por la biblioteca con sus libros como todas las niñas con sus muñecas. Para mí, en la primaria como en la secundaria, fue siempre una pesadilla la clase de literatura, incluso los dos primeros años de preparatoria sufrí como una loca porque las lecturas que realizaba eran más por obligación que por placer. No tuve maestros creativos que me acercaran a la literatura como una manera extensiva de la vida cotidiana. “En tercero de preparatoria leí De perfil de José Agustín, y casi de súbito sentí la literatura como algo que me ayudaba a encontrarme, a entender lo que me reflejaba. Me llamó mucho la atención y pensé que podría intentar escribir algo así, sin contar que desde niña siempre he tenido más facilidad para expresarme por escrito que en forma oral. Intenté una primer novela que se llamó Esos fueron los días, que nunca se publicó porque era muy mala; pero que considero importante porque representa mi inicio real en la literatura. Después de que apareció La mañana debe seguir gris, me di cuenta de la inmensa laguna que representaba mi pobreza de lectura. Para salvar este obstáculo me inscribí en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, entonces ya aspiraba a ser escritora. “El que colaboró en mi formación intelectual fue Hugo Hiriart, que daba clases en el taller de Elena Poniatowska. Con Hugo desperté la curiosidad de las lecturas y aprendí a seleccionar los libros que en esa época me interesaban. Con Elena aprendí lo que era el oficio de escritor. Tuve la suerte de trabajar con ella como su secretaria, la acompañaba a las entrevistas que hacía, le aprendí su modo agresivo de preguntar. Además al transcribir el material y después editarlo, me di cuenta que era el mismo proceso que se sigue para depurar los textos en literatura. También me sirvieron muchísimo las clases que tomaba en la facultad, porque aprendí a manejar con una base más sólida la gramática española”. Silvia Molina sigue dos procedimientos para escribir. La mayor parte de su trabajo está fundamentado en la investigación, pertenece a la generación de escritores que desde hace algunos años está haciendo una literatura a la que igual se le llama documental que histórica; en la que se realiza una gran labor de desmitificación de la historia a través de la literatura misma. “Ascensión Tun”, “La familia vino del norte”, “Imagen de Héctor”, y aunque no lo parezca, “La mañana debe seguir gris”, tienen una gran carga de investigación. Siempre al desarrollo de cada novela, Silvia Molina realiza una etapa previa de lecturas, toma notas, trata de dominar el ambiente o el tema en el que va a trabajar. Después, cuando escribe, se somete a una disciplina muy fuerte. “Escribo todos los días, generalmente por las noches, que es cuando puedo. Esto cuando escribo novela, lo que no sucede en los cuentos, en los que no realizo investigación, sino más que nada me baso en mi vida cotidiana, en la transformación de mis experiencias más inmediatas. Ahora, lo mejor que hago es vivir intensamente lo que me toca vivir en ese momento, para más adelante sacarle provecho a esa vivencia”. “Para mí el proceso de escritura es como una especie de enamoramiento. Cuando estás enamorado, piensas en el otro todo el tiempo, lo mismo que cuando estás escribiendo: en donde estés, como estés y con quien estés, estás obsesionado con la escritura. Sufres cuando te equivocas, te alegras cuando sientes que has tenido un acierto en la escritura”. Para finalizar, la escritora comentó acerca de su más reciente novela, el argumento y el tema de “Imagen de Héctor”, está basada en una experiencia personal, sin llegar a ser una autobiografía. “A todos nos afecta de alguna manera el que nuestros padres vivan o no vivan, creo que cuando hay la pérdida de alguno de ellos nos queda una marca muy especial. Ye tuve la pena de no conocer a mi padre, porque cuando él murió yo tenía un año, y bueno, por otra parte mi padre no era un ser anónimo. Fue un personaje público, un intelectual, un nacionalista formado en los postulados de los años treintas. Además como político, llegó a ser gobernador de Campeche y Secretario de Gobernación con Miguel Alemán, entonces para mí era un mito. Yo no sabía quién era mi padre. Todo mundo decía que era el mejor amigo, el mejor marido, el mejor padre, el mejor gobernador y el más honrado ministro de Gobernación. Un ser demasiado bueno para desaprovecharlo, entonces yo quería saber quién había sido realmente mi padre. Imagen de Héctor es una novela que fui escribiendo sin escribir, es decir, que fui armando toda mi vida. Más que la biografía de mi padre es mi búsqueda hacia él”, explica la autora. En conclusión, podemos decir que Silvia Molina es una escritora que plasma algunas de sus vivencias y retrata el mundo que le tocó vivir, en cada una de sus novelas, con un estilo sencillo y ágil en la redacción. Además de ser una autora versátil, que enriquece continuamente su formación literaria, al incursionar en otros géneros y métodos literarios, como la elaboración de novelas y cuentos a partir de sucesos históricos reales, con una previa labor de investigación que sustenta la obra; todo esto, sin perder la frescura y originalidad que ha demostrado desde sus inicios. Una obra representativa de su trabajo como novelista es “La mañana debe seguir gris”, una novela que se sitúa dentro de la corriente de la literatura testimonial; en ella, Silvia Molina logra un trabajo fresco y espontáneo, donde la sencillez y el dinamismo de la obra, transportan al lector al lugar de los hechos. Esta obra maneja como tema principal el sentimiento de los mexicanos, principalmente de la mujer, en el extranjero, a través de la narración de una inusitada historia de amor, la del poeta José Carlos Becerra. La obra se presenta en una estructura especial: inicialmente es un breve diario que abarca el periodo del 10de noviembre de 1969 al 27 de mayo de 1970; después desarrolla cada punto del diario y lo presenta como novela. La historia inicia desde que la protagonista conoce al poeta, en Inglaterra, hasta la muerte de éste en San Vito de los Normandos, en Italia; pasando por diversas situaciones angustiosas, de incertidumbre, de confusión y alegría. Finalmente, presentamos un fragmento de la novela, donde se ejemplifica la narración que la autora utiliza. “24 de Diciembre. Hoy es navidad y no hay nada que me haga aceptarlo. –Navidad. ¿Mamá, me oyes? –Sí, sí ¿Cómo estás? ¿Qué te pasa? –Quiero mi boleto a México. –¿Cómo dices? –Voy a regresarme. No entiendo qué es lo que hago fuera de casa y pasándola tan mal. Los extraño a todos mucho, más de lo que te imaginas, estoy sola y con problemas que me tienen confundida. Mamá, ya no quiero estar aquí. Mamá... Si tan sólo me atreviera a descolgar la bocina para pedir esa larga distancia... Seguiría siendo una niña a la que se le resuelven sus problemas. Mi mamá no se negaría, eso lo sé bien, pero estando allá, pierdo a José Carlos definitivamente. No tendría más nada sus razones de vivir juntos entre bruscos ademanes y todo aquello que termina en que voy siendo cada vez menos niña y más mujer...! Que desesperación!... ...La distancia es mi ausencia, sin dinero, con la tía y los problemas que tengo, me voy hundiendo, a veces me siento en penumbras y he comenzado a despertar angustiada como cuando era niña. Sé cual es mi salvación y terminaré por aceptarla, voy a desmentir a José Carlos en eso de que no tengo carácter... odio todo esto que no es mío, ni mi casa, ni mi ciudad, ni mis amigos, ni mis fiestas, odio la Navidad que me provoca la tristeza y para aumentar algo, empiezo a odiarme”.
“La mañana debe seguir gris”, Silvia Molina, Editorial Joaquin Mortiz, México, D. F., 1977, 120 pp. |