Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Alejo, Jesús: En silencio la lluvia, título de su más reciente novela |
Alejo, Jesús “En silencio, la lluvia, título de su más reciente novela. Las mujeres y la libertad en la obra de Silvia Molina” Milenio, núm. 3161, agosto de 2008, p. 51.
Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Bélgica y, por supuesto México han sido los territorios vitales de Silvia Molina (Ciudad de México, 1946) y de ellos se ha nutrido su literatura, aun cuando la anécdota que le dio vida a En silencio, la lluvia (Alfaguara, 2008) seguramente no es tan común. “Cuando renté el departamento donde viví durante cuatro años (en Bélgica), me hicieron un inventario. Ahí tienen especialistas para hacerlo; miran la pared y te dicen, por ejemplo: ‘a cinco centímetros del lado derecho y con 60 de altura hay una mancha gris’. “Al preguntarles el porqué de la minuciosidad, su respuesta me dejó atónita: ‘cuando usted sale se vuelve a hacer otro inventario para ver de qué manera perjudicó el lugar’. En ese momento le comenté a Claudio, mi esposo: ‘así deberían de ser las parejas, antes de comenzar, tener un inventario de cómo se entra’. Realmente fue un chiste, pero más tarde todo cambió.” Así se gestaron las tres historias que conforman la novela, donde la rebeldía, la evasión amorosa y la lucha por el reencuentro definitivo se encuentran reflejadas, aunque la identidad también cruza las vidas de las mujeres que conducen las tramas. Una estudiante en Bélgica, una beguina del siglo xvi –una asociación de mujeres cristianas y contemplativas que dedicaron su vida a la defensa de los desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos– y una colombiana posmoderna, son las protagonistas. “Lo que las une es la manera de vivir el amor; es decir, la pasión. Creo que uno ama igual ahora que entonces. En el caso de la beguina, ella se enamora de un pintor, la colombiana sufre un engaño y se debate todo el tiempo en qué pasará. La mexicana está dividida entre el amor al flamenco y a su familia”. El primer reto de Silvia Molina fue cruzar la historia de una pareja que llega a un lugar y realiza su propio inventario, con la vida de estas mujeres llenas de libertad, si bien la escritora no intenta reflexionar en torno al mundo femenino, sino más bien acerca del ser humano. “Tiene que ver también cómo siendo tan distintas tres mujeres, son idénticas: pertenecen a culturas, tiempos y una educación diferentes, pero a la hora de la verdad se parecen en todo.” Libertad femenina Silvia Molina no se enfrenta a los fantasmas o las reflexiones que la persiguen, al contrario, sabe que, de alguna manera, es como si escribiera una misma obra con distintos capítulos y en esta novela se refleja cómo ve el mundo, “un mundo que a mí me gusta pensar y reflexionar”. “La escritura me ayuda a entender a los otros y a mí misma. Siempre me acuerdo de una película de Woody Allen donde se dice que todos tenemos una tía Tesy, por eso me gusta su cine, pues cuando retrata a la sociedad nos encontramos con cosas que podemos reconocer, y eso pasa con todos los seres humanos”. Cuenta la escritora que una de las cosas que más llamaron su atención de su estancia en Bélgica fue reconocer elementos como propios; “de Bélgica nos llegaron a México muchas cosas que no te puedes imaginar”, sobre todo encontrarse con una atmósfera de libertad que venía de hace muchos siglos, debido a su acercamiento a las beguinas. “Cada vez que iba a una ciudad de mujeres, me preguntaba cómo habían podido vivir ahí ellas, con tanta libertad [...] Siento que la libertad no es romper todas las reglas. La libertad es sentirse a gusto con esas reglas y moverte a tus anchas dentro de ellas. Mi planteamiento no es que las mujeres necesiten libertad, siento que tenemos mucha y más en la actualidad”, concluye Silvia Molina. |