Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Aguilar, Enrique: Nueva narrativa mexicana: Ascensión Tun |
Aguilar, Enrique “Nueva narrativa mexicana. Ascensión Tun” El Universal, 2a. parte de la 2a. sec. Culturales, 22 de julio de 1981, p. 28. La novela Ascensión Tun que acaba de publicar Silvia Molina en la editorial Martín Casillas forma parte del programa de coediciones de la Dirección de Literatura del inba, que pretende allanar las dificultades de edición que comparten los escritores y los nuevos editores. A este libro seguirán otros, y por lo pronto Silvia Molina nos habla del origen de su libro, mismo que hoy va a presentar Margo Glantz en el Museo Carrillo Gil a las 19:00 horas: Cuando ordenaba y catalogaba la biblioteca que fue de mi padre, empecé a leer la gran colección que él tenía de libros sobre la historia de los estados de Campeche y Yucatán. Y me tardé muchísimo porque nunca había leído nada de historia de esos rumbos ni de la Guerra de Castas, porque tanto en secundaria como en preparatoria jamás me hablaron de esa lucha. Yo no sabía cómo había sido ni por qué. Después se me hizo muy curioso enterarme de la visita de la emperatriz Carlota a Campeche. Yo sabía que ella había estado en Yucatán, pero no que también había visitado Campeche. No lo cuento en mi novela pero me conmovió bastante enterarme que los imperialistas de esa zona hicieron unas cosas terribles por alabar a la emperatriz, al grado que una vez desengancharon los caballos de la carroza que conducía a Carlota y se pusieron ellos a jalar... Hago la aclaración que la presencia de estos libros en la biblioteca de mi papá no es gratuita. Él se llamó Héctor Pérez Martínez y fue gobernador de Campeche en 1939 —cuando aún eran tres años de gobierno nada más—. Aquí en México fue oficial mayor, subsecretario y secretario de Gobernación, esto último con Miguel Alemán. Sin embargo es más conocido por sus libros, Cuauhtémoc, vida y muerte de una cultura y Juárez el impasible. Básicamente en mi libro quería dar una visión general de la Guerra de Castas, pero a final de cuentas traté solamente el inicio de ese conflicto. Se trataba de que Ascensión Tun, un niño huérfano, durante su estancia en una casa de beneficencia, recibía información sobre esa lucha de parte de un viejito maya que participó en el conflicto y que le contaba por qué los mayas se habían levantado en armas. Pero así contada la historia había la posibilidad de dar una visión un tanto maniquea, del tipo de “vean lo que pasó, a los indios siempre les va mal”. Así que pensé que debía tener otro personaje que ofreciera la versión opuesta, para que el resultado fuera más objetivo, y para esto inventé a don Mateo, director de la Casa de Beneficencia, persona ya mayor, cansada, que ya no quiere tener problemas, que toda su vida ha participado en la vida política de Yucatán, y que ha decidido retirarse para escribir sus memorias. Naturalmente yo aprovecho sus escritos para dar la visión de los blancos sobre esa guerra. La anécdota que quizá gane fuerza a lo largo del libro es la de Consuelo la loca, que queda trastornada como a los nueve años, porque los mayas toman por asalto el pueblo donde vive, y sus padres al huir precipitadamente la abandonan por descuido. Escapan de la ciudad pensando que va con ellos y no es así. Luego la logran recuperar y la ayudan a superar esa primera crisis. Pero cuando ella tiene quince años se enamora de un capitán austriaco que llega junto con la emperatriz Carlota. El capitán Hedeman la seduce, le promete llevarla a Europa y finalmente la abandona, lo que hace que a Consuelo se le recrudezca la locura de la que ya no logra recuperarse... Todos los personajes que viven en la casa de asistencia donde se desarrolla Ascensión Tun son inventados. En la realidad ninguno existió. Aunque al final del libro pongo un índice de nombres y los doy como reales, quien inventa los datos soy yo. Todo lo que digo de ellos: nació en tal parte, creció en tal lado, hizo tal y tal cosa, todo eso es falso. Los únicos personajes reales fueron los dirigentes de los mayas y los gobernadores de Campeche y Yucatán, que por lo demás, no intervienen en la trama de la novela, sino que son nombrados por el anciano maya y por don Mateo. Hago que mis personajes convivan con los personajes reales al relatar parte de la historia verdadera, pero eso también ya es ficción realmente. Ahora ¿de dónde salieron los personajes? Pues en el reglamento de la Casa de Beneficencia que leí decía que había una Primera Matrona y una Segunda Matrona, y entonces yo imaginé cómo podía ser una administradora de un lugar así, que siempre estuviera defendiendo los intereses de esa casa. Porque se supone que ahí, como parte del internado de los huéspedes estaba la obligación de trabajar el henequén y la pita, que es la planta de donde sacan las cuerdas para las hamacas, y el tabaco. Entonces era necesario que hubiera una persona que estuviera encargada tanto de que la ropa estuviera limpia, planchada y guardada en su lugar, como si la comida iba a estar a tal hora y todo lo demás, y que defendiera también los intereses de los explotadores. Así nació doña Mari, que es un poco la mujer enérgica, dura, que no comprende por qué la loca y Ascensión Tun tienen algo que conversar. Ella está harta de las crisis de Consuelo y lo que quiere es que el director la mande a la Casa de Dementes... En cuanto al viejito maya, hice un H’men, es decir una especie de brujo, curandero, chamán, tipos qué en la actualidad siguen funcionando como tales. Yo estuve leyendo hace unos meses unos artículos de Fernando de Ita, quien hizo un reportaje sobre Yucatán. Y aún se encuentran hoy en Yucatán personajes así, muy ligados al ciclo de la siembra. Sembrar, aún ahora, forma parte de la religión de los mayas. Dicen que hay que sembrar para alabar a los dioses, porque nos dan el sustento y la vida. Históricamente esa fue una de las razones por la que los indios perdieron la Guerra de Castas, porque cuando ya estaban ganando todo, cuando ya habían arrinconado a los blancos, llegó la época de la siembra y ellos abandonaron la lucha totalmente para irse a sembrar, ya que los dioses estaban primero... En mi libro aparece el sincretismo de la religión maya y cristiana, y si uno va ahora es muy curioso, pero sigue existiendo todo esto. Los mayas van a la iglesia y lloran y dicen sus oraciones mitad en maya y mitad en español. Desde luego no pienso que Ascensión Tun sea una novela histórica realmente, sino que yo estoy apoyándome en los hechos históricos para dar como las consecuencias de esos sucesos. A mí lo que me interesa fundamentalmente son las relaciones humanas y el hombre. Yo pongo el ejemplo de que si se quema una casa y yo me propongo escribir algo de ese incendio, no me interesa decir que se cayó el primer piso y luego el segundo, o que fulano murió con la gente que estaba ahí, sino qué se desencadenó adentro de ella, cómo reaccionaron en ese momento. Me interesan fundamentalmente las relaciones humanas y cuáles serían las consecuencias de los acontecimientos terribles o triviales en los individuos. ¿Qué opinas? |