Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Ortiz González, Alejandro: "El placer hace al niño lector". Mi familia y la Bella Durmiente... |
Ortiz González, Alejandro, “El placer hace al niño lector: Molina”, El Nacional, sec. libros, 25 de agosto de 1994.,
Con la presentación este sábado de Mi familia y la Bella Durmiente cien años después, Silvia Molina alcanza un grado más en la escala de la escritura. Luego de publicar cuatro novelas, La mañana debe seguir gris, Ascensión Tun, La familia vino del norte e Imagen de Héctor, y un par de volúmenes de cuentos, Un hombre cerca y Dicen que me case yo, desde mediados de la década pasada dedica gran parte de su trabajo como escritora al desarrollo de temas para niños, no necesariamente infantiles, adjudicándoles nuevos sentidos narrativos y, quizá, como eje fundamental de éstos, la idea de que el que lee libros —mal llamados— para niños busca la misma intensidad, el mismo gozo que en cualquier otra historia. —¿Mi familia y la Bella Durmiente cien años después plantea alguna diferencia con otros libros que haya escrito para niños? —Este libro obtuvo en el Premio Nacional de Literatura Infantil Juan de la Cabada (1993), y debo aclarar que en un principio no tenía pensado escribirlo. Es el noveno que escribo específicamente para lectores infantiles, y creí que no se publicaría fácilmente debido a su diseño. El libro incluye siete sobres en cuyo interior van seis cartas y otro pequeño libro de La Bella Durmiente para iluminar. Es, pues, un libro objeto para el uso manual de los niños. —Luego de esta cadena de nueve libros para niños ¿qué ofrece Mi familia...? —Es un juego que mezcla el cuento de la Bella Durmiente con la historia de una familia mexicana contemporánea. En esta conjugación de historias donde lo mismo aparece la fantasía que la vida real, la diversión y el entretenimiento toman un sitio protagonista. Desde libros anteriores he querido desechar el uso de adjetivos gastados y sintaxis que oscurezcan las tramas, trato de ser clara en las ideas y la forma de ponerlas sobre el papel. Me gusta divertir y entretener a quien lee, sin pretender enseñarle nada nuevo. La experiencia de trabajo en Promexa y leer cantidad de libros de los fondos españoles, ingleses y colombianos me mostró el interés por el género en otros países, y sobre todo el hecho de que un buen libro para niños es igualmente bueno para el adulto. —¿Hay ya, entonces, una afición por hacer literatura infantil... Hay gran diferencia entre éstos y los llamados para adultos? —En este momento preparo mi novela “para adultos”, y en realidad la dificultad entre uno y otro no varía, es la misma, tú sabes que cuando tienes un público, una serie de lectores, tienes más o menos una idea de a qué edad te estás dirigiendo, y en uno para adultos no tienes la menor idea de quién lo va a leer. En el libro infantil hay una aproximación a la experiencia que tienen los niños y su lenguaje, lo que no significa que debas limitar tu historia. La imaginación e inteligencia del niño te obliga ciertamente a buscar algo que en realidad sea interesante para él, algo que lo atrape y lo ayude a explicarse su propio mundo, y el hacerlo significa un esfuerzo enorme al que muchos escritores no quieren someterse. —Pero entonces sí hay un objetivo al escribir un libro para los niños... —Nunca el de enseñarles algo. Desde hace muchos años tengo la certeza de que el placer es lo que hace a un buen lector, y si tú le das un libro al niño y lo atrapas con el gusto, entonces se convertirá en un lector asiduo cuando crezca; no así si tratas de enseñarle algo, porque en ese intento puedes asustarlo y alejarlo de los mismos libros. |