Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Anónimo: Mi padre prefirió la política a la literatura. Imagen de Héctor |
Anónimo El Universal, 20 de marzo de 1991. “Mi padre prefirió la política a la literatura. Escribió que el poder puede manejarse como le dé la gana: Silvia Molina”,
Aportar una visión de la historia de México que abarque tanto la época del cardenismo como la del gobierno de Miguel Alemán es también un propósito implícito en Imagen de Héctor, señala Silvia Molina, autora de esa novela publicada por Cal y Arena. Advierte que en esa visión, ofrecida desde la perspectiva de un hombre que desarrolla su trayectoria intelectual y política en ese periodo —Héctor Pérez Martínez, su padre—, es una aportación “sencilla, como todo lo que hago”. A temprana edad, Héctor Pérez Martínez comenzó una intensa actividad intelectual, detalla Silvia Molina, que hizo escala en la columna “compartida” de El Nacional, que se llamó “Escaparate”. Fue desde ahí donde cuestionó a Reyes por escribir sobre México viviendo él en el extranjero. Reyes le contestó con su libro A vuelta de correo, donde aprovechó la ocasión para verter sus ideas acerca de la polémica entre nacionalismo y cosmopolitismo. En ese tiempo Pérez Martínez hizo amistad con algunos intelectuales provenientes del exilio republicano español, como Juan Rejano y León Felipe. Posteriormente anexaría a su lista de amigos a Luis Cardoza y Aragón, Antonio Castro Leal y a otros intelectuales de su tiempo. Fue entonces cuando escribió la novela por entregas Un rebelde y posteriormente Imagen de nadie. De esta última, dice Silvia Molina: “Es una novela breve fallida desde mi punto de vista, que, sin embargo, tiene interés porque mi padre estaba muy empapado de las ideas de psicoanálisis y del cine. Entonces, esa novela se constituyó en una especie de auto sicoanálisis que utiliza palabras del lenguaje cinematográfico, como flash back y zoom. Fue obra de vanguardia, interesante para su época”. Integrante del grupo de escritores agoristas, Héctor Pérez Martínez tuvo nexos con los estridentes y participó en actividades de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (lear). “Quizá quería ser escritor”, apunta Silvia Molina, pero cambió la literatura por la política. Detalla Silvia: “Hizo una carrera política muy corta, pero muy brillante. El ser un buen político lo llevó a la gubernatura de su estado natal y a ser jefe del gabinete de Miguel Alemán y titular de la Secretaría de Gobernación —durante el periodo de Alemán y no de Ávila Camacho, como se anotó equivocadamente en la primera parte de esta entrevista. Tenía una gran habilidad para alcanzar lo que quería, incluso citó en la novela el fragmento de una carta donde escribe que el poder puede manejarse como le da a uno la gana. Héctor Pérez Martínez empezó su periodo gubernamental en Campeche en 1939, durante el sexenio de Lázaro Cárdenas, pero fue Manuel Ávila Camacho quien lo ayudó más en su carrera política, dice Silvia Molina y añade: “Cuando Ávila Camacho hizo su campaña en Campeche mi padre lo deslumbró. En lugar de recibirlo en Ciudad del Carmen con la policía, lo recibió con una banda de música y una canción de esa ciudad. Por otra parte, Ávila Camacho comenzó a recoger testimonios en el sentido de que el gobierno de mi padre era en realidad un gobierno distinto. “Al terminar su periodo como gobernador, mi padre no sabía qué hacer y decidió aprovechar una beca de El Colegio de México que le había conseguido Alfonso Reyes, de quien finalmente se hizo muy amigo al ir a recogerlo a la estación, cuando Reyes regresó a México. Con esa beca terminó de escribir Cuauhtémoc: vida y muerte de una cultura. Posteriormente Ávila Camacho lo llamó a colaborar en su gobierno y a partir de ese momento dejó a un lado sus ocupaciones literarias e históricas para dedicarse por entero a la política, al grado que decidió morir antes que dejarla, porque él estaba muy mal de salud y en lugar de retirarse para reponerse decidió ir al fondo de sus actividades políticas; esa fue su elección. Con Lázaro Cárdenas, las relaciones de Héctor Pérez Martínez no fueron muy cordiales porque éste, en su afán de obtener ingresos para su estado “se saltaba” instancias y pasaba por alto a los secretarios de Estado del gobierno cardenista y esto le producía problemas al propio jefe del Ejecutivo, apunta Silvia Molina. |