Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Anónimo: Cuentos alojados en bolsitas de papel |
Anónimo La Jornada 13 de abril de 1994
Libro de Silvia Molina para el deleite de los niños: Mi familia y la Bella... cuentos alojados en bolsitas de papel
Hubo una vez, hace mucho, un rey y una reina que deseaban tener una hija. Una mañana mientras la reina tomaba un baño de mar, salió un cangrejo y le dijo: —Verás cumplidos tus deseos: tendrás una niña. La profecía se cumplió. La reina tuvo una hija preciosa; y el rey estaba tan contento que organizó una fiesta a la que invitó a su familia y a toda la corte. Como el rey sólo tenía doce platos de oro invitó nada más a doce hadas aunque eran trece. Al terminar el banquete, las hadas decidieron concederle a la princesa sus dones: la primera le regaló la bondad; la segunda, la belleza; la tercera, la fortuna; la cuarta, la gracia... y así le iban otorgando lo que el corazón puede anhelar. Cuando la undécima hada acababa de concederle a la recién nacida el don de la humildad, se apareció la que no habían invitado a la fiesta. —Al cumplir la princesa quince años, se picará el dedo con un huso y caerá muerta —gritó furiosa y desapareció. Los reyes se miraron aterrados. Entonces, la duodécima hada que aún no otorgaba su don dijo: —No puedo anular el castigo, pero sí hacerlo menos fuerte. La pequeña no morirá, se quedará dormida cien años... Este cuentito clásico, adaptado a una prosa que es una proeza, está alojado en una bolsita de papel, como esas en que las mamás canguras llevan a sus hijos canguritos de salto en salto, en la página 19 de un libro bello y gentil: Mi familia y La Bella Durmiente cien años después, escrito por Silvia Molina e ilustrado por Susana Martínez Ostos y publicado recientemente por Ediciones Corunda. Libro para el deleite de los niños —en especial la sensibilidad infantil femenina— y para la entraña infante de los adultos, mantiene en su diseño, al tiempo que la maestría narrativa de la escritora Silvia Molina, una constante de ludicidad y maravilla, ensueño y realismo, equilibrio poco usual —y uno de los varios aciertos de este libro— en las ediciones de los libros “para niños”. El relato en primera persona —una niña de once años— es un juguete literario y un juguete, juguetito: María, la protagonista, describe, primero, a su familia: “Mi papá usa uniforme y no es soldado, anda en motocicleta y no es oficial de tránsito, toca las campanas y los timbres de las casas y no es vendedor ambulante. Mi papá le tiene miedo a los perros de los demás; sin embargo, tenemos uno muy bravo que se llama Telegrama y ladra de gusto cuando lo ve llegar de uniforme en su moto... “Mi mamá sabe poner inyecciones y no es enfermera; le corta el pelo a mi abuelita Lola y no es peinadora. Mi mamá es costurera y muy buena porque tiene muchas clientas. Cuando tiene tiempo, le corta vestiditititos a mis muñecas... “Mi hermano Paco no es mayor que yo y, tal vez por eso, se encarga de todas las travesuras de la casa. Es terrible, dice mi papá; es desobediente, dice mimará; es incontrolable, dice mi abuelita Lola; y es muy simpático, dice mi tío José... “Mi abuelita Lola ya no tiene papás: es huérfana, la inocente; y ya no vive su marido; es viuda, la pobrecita. Mi abuelita Lola se llama Dolores, pero no le duele nada. Mi abuelita Lola, dice mi mamá, es una mamá respetuosa y una suegra tranquila; y yo digo que es una abuelita muy consentidora porque aunque ya soy grande, me sienta en sus piernas y me arrulla entre sus brazos como si fuera una bebita, con esta canción que ella inventó...” Y la canción está escrita, entonces, en la página 16 y desde que en la 16 aparece el tío José, que es escritor, María escribe sus sueños: un entreveramiento de La bella durmiente y su propia historia familiar y sus preocupaciones sociales y su vida interior y su vida de todos los días y el relato-juguete se desarrolla entre ilustraciones a color y una serie de cartitas metidas en el buzón de las páginas de este libro, y así la narración se vuelve epistolar: el lector extrae del buzoncito-panza de mamá cangura en que se convierten algunas páginas de este libro, las cartitas que continúan el relato y que a su vez forman parte de la historia contada y así todo el libro es una cartita con todo y posdata y una delicia y una invitación abierta al deleite y las caricias a la inteligencia. Problema matemático para niñas de once años: si La Bella Durmiente y todo su reino tenían menos cien años y todos los demás reinos con toda su gente, más cien años ¿cuántos años más tenía el príncipe que con su beso la despertó, si cuando se casó con ella acababa de cumplir 18? ...Y vivieron muy felices, con posdata. |