Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
REndón, Leda: Silvia Molina: de la nostalgia del amor y otros pecados |
Rendón, Leda Revista de la Universidad de México, núm. 55, septiembre 2008, p. 92. “Silvia Molina: de la nostalgia del amor y otros pecados” Silvia Molina es una de las escritoras más interesantes que ha dado México en los últimos años. Es narradora, novelista, ensayista, cuentista y ha escrito más de veinte libros para niños. Fue acreedora a varios premios literarios entre los que destacan el Xavier Villaurrutia por su novela La mañana debe seguir gris y el Nacional de Literatura Infantil Juan de la Cabada por Mi familia y La bella durmiente cien años después. La mañana debe seguir gris, su primera novela, es casi autobiográfica y, con un desenlace inesperado, nos hace descubrir a una escritora resuelta e inteligente, pero su última novela, con tres historias entrelazadas. En silencio, la lluvia, la revela como una autora madura. Sus personajes, cada vez mejor constituidos, conservan la esencia de los de sus anteriores relatos. El deseo de encontrar su propia identidad, la nostalgia y el amor parecen seguir siendo sus temas preferidos. No es difícil encontrar a mujeres que viven de la nostalgia presente del amor, la nostalgia amorosa es una medicina que se bebe a cucharaditas y que hace del sufrimiento cotidiano el mejor compañero para las mujeres que gustan de afirmar que todo amor pasado siempre fue mejor o que acumulan sus recuerdos de manera casi morbosa en listados con las características del ser amado y que lo único que hacen es revelar el deseo por retener de alguna manera al que se fue, al que no quiso quedarse. La nostalgia y sus derivaciones son el sello distintivo de los personajes femeninos de Silvia Molina en su última novela En silencio, la lluvia. La heroína de la novela es becada por el gobierno de Bélgica para ir a estudiar a ese país y cae en cuenta que para sobrevivir es necesario enfrentar sus demonios, y el amor la ronda como una maldición, porqué se siente profundamente identificada con la historia de Catharina de Lovaina, una beguina que no se decide entre el amor divino y el de un hombre. Las beguinas formaban una asociación de mujeres que hacían, además de ayuda social, un trabajo intelectual intenso que hasta hace poco empezó a conocerse. Lo interesante es que tenían la libertad de dejar el convento para casarse. Interviene en la historia una colombiana llamada Irene que rompe con su pareja que la engaña y decide hacer un inventario de su relación. El inventario incluye datos, que podrían parecer triviales, como el color favorito del ser amado, su libro preferido y sus creencias religiosas. Los tres personajes de Silvia Molina buscan “eso” que las deslumbre y les otorgue arrebatos de felicidad y lo que obtienen no siempre es lo esperado, por lo tanto, el reencuentro consigo mismas es fundamental. El reencuentro, dicen, está íntimamente ligado al amor, el amor es una necesidad afirman los científicos. Erick Fromm asegura que se aprende a amar, entonces el amor es una elección necesaria. ¿En qué momento decidí o necesité evadir el amor? ¿Por qué el amor se sufre? Se preguntan quizá los personajes de Silvia Molina después de haber hecho de la nostalgia su medicina. Se dice que somos seres incompletos y por alguna razón tenemos la necesidad de estar en relación con el otro, a pesar de que el otro nos parezca en ocasiones despreciable e insignificante, incluso cuando, el otro sea sólo alguien en quien depositamos nuestros miedos y deseos. Lo único cierto en la novela de nuestra escritora es que ese algo para asirse suele llegar e irse o nunca llegar. Las tres mujeres de la novela enfrentan la vida desde perspectivas muy distintas, la primera se refugia en la historia de una beguina, de ella dice, y cito textualmente, “estaba viviendo en el beguinaje porque había huido del fracaso, para no verlo ni ver a nadie que me lo recordara”. La segunda vive el ocaso del amor y describe su relación amorosa a manera de una lista para el supermercado y así cree aliviar el engaño. La tercera es una monja que se enamora de un mozo y queda embarazada. Al final del día el tema del doble es latente, pareciera que estamos viendo a una misma mujer en tres estados de conciencia, quizá sea la misma autora que alguna vez afirmó en una entrevista que sus personajes femeninos siempre tenían un poco que ver con ella misma. Hay que decir que estamos frente a un libro bien escrito y de prosa fluida. A través, de su lectura entendemos de manera cabal la evolución, como escritora, de Silvia Molina que, de una u otra manera, siempre nos regala personajes femeninos entrañables. Para concluir los dejo con un fragmento que expresa la nostalgia por el amor que viven sus personajes: “¿Por qué guardar un menú? Por que sé que algún día habré extraviado los detalles de mi encuentro con Jan: incluso, que habré de olvidarlo a él mismo, y me gustará recordar qué cené cuando estuve por primera vez en la intimidad con él, y me hará dichosa recordar el nombre del restaurante y el vino con el que brindamos.” Silvia Molina, En silencio, la lluvia, Alfaguara, México, 2008, 192 pp. |