Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Meléndez, Jorge: Silvia Molina, la búsqueda |
Meléndez, Jorge, “Silvia Molina, la búsqueda” El Universal, 24 de abril de 1998, p. 1, 4.
Difícil encontrar el amor a cualquier edad. Máxime cuando se intenta de manera acartonada sin que medie la pasión desenfrenada. El amor, como sabemos, es la búsqueda de uno mismo y del otro. No es posible obtenerlo sin encontrarse sin saber a dónde se va, cómo transitar en ese mar proceloso que es la vida. Y esa exploración interior es la que intenta, a todas horas, Marcela, la personaje principal de El amor que me juraste, la más reciente novela de Silvia Molina (Planeta). En su intento por descubrir las cosas, el miedo a encontrar las claves de su existencia la vence una y otra vez. Es decir, no intenta realmente saber que es lo que ocurre a su alrededor ni tiene los arrestos para jugársela y romper los cercos que la limitan, más bien va deambulando sin llegar al fondo. Ella misma, constantemente, repite que no sabe cómo hacerle para llevar a buen puerto las tareas que emprende. Más bien se ha dedicado a picar en muchos aspectos de la vida. Lo anterior, desde luego, no le impide ser una buena madre, una profesionista brillante y una esposa que parece magnífica, pero la vida, como dice Kundera, está en otra parte. Y ante la posibilidad de enfrentarse a tareas mayores, a retos grandiosos, ella prefiere la evasión o el compromiso a medias. Lo mismo cuando busca sus antecedentes que al encontrar a un hombre y decidido (Miguel), que al entrar a un amasiato que más parece el noviazgo de una adolescente que se escapa de casa. Y esto último, por cierto, lo tiene con Eduardo, un doctor más veterano que ella, en condiciones que parecieran de un cuento de los años treinta de este siglo. Pero no, esas no son las fechas porque en la historia se habla de los sucesos recientes, lo mismo de los asesinatos de Colosio que de Ruiz Massieu. Y uno se da cuenta, entonces, del miedo atroz que tiene esa mujer para romper el círculo vicioso que la oprime. Y este pavor lo lleva a cuestas por sus inhibiciones, pues en sus ancestros hubo quienes de muy diferentes formas rompieron con esos dogmas. Así pues, no es posible echarle la culpa a las herencias. Pero la vida de Marcela, tan cruel y desgarrada, tan absolutamente cierta para grandes sectores de las mujeres, está contada no para que nos condolamos de alguien y la volvamos telenovela de éxito, sino para significar lo complicado que es pasar a la liberación tan deseada. La cual pocas veces se logra, pues está realmente pelón zafarse de tantas ataduras pasadas y presentes. La mayoría de la historia transcurre en San Lázaro, un puerto en el que encontramos lo maravilloso y patético, de la vida provinciana. En aquél lugar Marcela busca sus antecedentes. Los cuales encontrará, sin quererlo, en una maleta que le ha dejado su madre antes de morir. Y el juego es perfecto, pues en la mayoría de las ocasiones, como en la carta de Allan Poe, tenemos enfrente la solución a muchas de nuestras preguntas pero no queremos darnos cuenta. |