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Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Samperio, Guillermo: Ascensión de Molina |
Samperio, Guillermo “Ascensión de Molina” Financiero, sec. Tekstos de la kómoda 27 octubre de 2000, p. 62.
El mito y la leyenda se confunden. Mientras el primero es una ficción alegórica que se ocupa de los dioses, el segundo es una mezcla de hechos reales y de ficción que se sitúan en un lugar y época específicos y parten de hechos que fueron reales aunque estén idealizados. Ascensión Tun, novela de Silvia Molina, vuelta a circular por Fundación Alejo Peralta-ipn, tiene su génesis en la rebelión maya del siglo xix. Molina trasciende el didactismo y pone el acento en la fabulación entrelazándola con aquella dolorosa etapa histórica del México bárbaro. A través de los archivos de la Casa de Beneficencia y el manuscrito de don Mateo Solís (1814-1894), poeta y periodista liberal, defensor de la ciudad de Valladolid durante la Guerra de Castas, la autora reconstruye la vida y muerte de uno de los personajes más jóvenes y controvertidos de la Casa de Beneficencia de Campeche a mediados del siglo xix: Ascensión Tun. Explora el desamparo de Ascensión: niño maya de 11 años que pierde a sus padres en una tormenta e ingresa a la Casa de Beneficencia, dirigida por el liberal don Mateo Solís, el capellán Agustín Cepeda, el portero Antonio Ávila y la administradora María Martín. Allí reconoce a Juan Bautista, brujo, curandero, herborista, que tomó parte en varias batallas y quien le enseña la historia de su pueblo para que comprenda el sentido de la guerra. Sumergidos en la húmeda atmósfera de una península desarraigada, los personajes se debaten en la orfandad, abandonados al destino y a la suerte de los días. Como María de los Consuelos Peón: abrumada en la locura, consternada por el pasado, el tiempo constriñe su realidad y sus pasiones. El lenguaje de La noche de Ascensión Tun es sencillo; en ocasiones recuerda a Canek, célebre novela de Ermilio Abreu Gómez. Ambas recurren a una prosa directa, clara, armónica, que simplemente narra lo observado, sin pretender erigirse en juez de los acontecimientos. Equilibrar el choque de razas y civilizaciones que a veces nos ha dado la gana calificar de fatídico es trabajo de sobra. El seductor de la patria de Enrique Serna, La corte de los ilusos de Rosa Beltrán o Noticias del Imperio de Fernando del Paso, son novelas que marcaron un hito en el auge de la fabulación histórica, pero La noche de Ascensión Tun las antecede y hoy se les empareja. La escribió en 1979-80 con la beca del Centro Mexicano de Escritores, alentada por Salvador Elizondo. Su mérito reconocible es haber escrito una novela que a través de diferentes personajes erige el tono exacto de toda una época. La desbordante imaginación, la economía narrativa y el equilibrio de los datos consolidan su capacidad creativa. La fusión de lo estético y lo humano se hincan en la tierra y la sangre de la selva del sureste, actualmente todavía sacudido. Molina sabe, al igual que Abreu Gómez, que el alma, el dolor, la alegría de los hombres, que la personalidad de los pueblos, son intransferibles. Este acto de conciencia impone a la escritora un doble trabajo: el golpe emotivo y la credibilidad novelesca. Revela a una escritora hábil, atinada y comprometida en las pericias de la creación literaria. La novela de Silvia Molina es un retrato melancólico e inquietante, nunca indiferente, sobre uno de los episodios más cruentos del pasado mexicano. Trasciende las barreras del feminismo literario mercantil que se cobija en el burdo sainete retórico y escapa a la amenaza del olvido. |