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Mi familia y la Bella Durmiente cien años después El cuento favorito de María es La Bella Durmiente, y el tío |
Amparo Dávila. Bordar el abismo |
Conocí a Amparo Dávila hace ya muchos años; entonces, su preocupación estaba más encaminada a sacar a sus hijas adelante. Parecía que la literatura descansaba, intocable, en sus libros. La observaba con curiosidad: menuda, bajita, con la voz entrecortada y aquellos ojos claros que competían no sólo con la belleza de los de su gato sino con el enigma de su fuerza. Había algo en aquellos ojos que parecía que a veces miraban otro mundo. Era una mujer atractiva y con personalidad.
En aquellos años, Amparo Dávila era un mito literario nacido en la primera mitad del siglo xx, ¿acaso no se había codeaba con los grandes de entonces? Me acerqué a sus cuentos porque en los años setenta, cuando comencé a escribir, ya no circulaban sus poemas. Se hablaba de sus relatos; del universo amenazante de sus textos, de las voces ocultas tras sus palabras, incluso audibles para el lector. En mis primeras lecturas de su obra, desconocía por completo su infancia pueblerina y la riqueza de su vida interior. Se decía que había trabajado con don Alfonso Reyes, como si eso fuera una credencial que le diera derecho al club de la literatura y al rigor del trabajo. Y uno la leía con respeto. Era una autora que escondía un enigma en su escritura. Amparo Dávila, como Inés Arredondo, es una escritora de temas difíciles: la locura, la muerte, la soledad. Leerla, es participar del mundo de la pesadilla y el desazón, entrar en un largo laberinto sin linterna ni cordel. Hay algo de horror en su literatura, algo que hiere, algo que francamente se parece al miedo. Yo me preguntaba cómo habría sido su entorno zacatecano y el contexto devastado por el que debía haber crecido porque parecía provenir de un escenario de muertos en vida. Amparo Dávila hace una literatura donde los personajes son víctimas tanto de los otros como de sí mismos. Quiero decir que los cuentos de Amparo son fuertes, sórdidos, contundentes. Tienen el suficiente misterio como para atraparnos. Me alegra enormemente que el Taller de Teoría y Crítica Literaria “Diana Morán” se haya ocupado de la obra completa de Amparo, incluyendo la poesía; sobre todo, cuando el Fondo de Cultura Económica publica sus Cuentos reunidos, y cuando a propósito de esta publicación, Rafael Lemus hace una crítica en el número correspondiente al mes de junio de la revista Letras Libres, y cuya propuesta es, si lo leí bien, “desbrozar” los textos para acercarse a una realidad siniestra que intimida o amenaza al lector que “se atreve a ir hasta el fondo”. Un elogio para la escritora. Y con lucidez, Lemus describe el oscuro escenario en que han actuado los cuentos de amparo, y como un agorero les anuncia el terrible regreso al olvido, porque son textos difíciles. Que mejor, entonces, que “desbrozar” y entender a la escritora de la mano de esta guía editada y prologada por Regina Cardoso Nelky y Laura Cázares, llamada Amparo Dávila, Bordar en el abismo. No podía estar mejor otra palabra para titular el volumen por la ambigüedad de “bordar”. Comienza el volumen con un análisis de la poesía de Amparo hecho por Luz Elena Zamudio, quien nos mete de lleno en lo que yo vería como los antecedentes literarios de la escritora: sus primeras lecturas, sus primeras influencias, sus primeros temas que serán también los más recurrentes en la obra de Amparo, y nos devela el misterio, sobre todo, de los poemas de la colección Salmos bajo la luna. Viene enseguida Meditaciones a la orilla del sueño: la vigilia elegida de Amparo Dávila, acercamiento de Mónica Velásquez Guzmán a propósito del libro que lleva ese título. Un acercamiento sobre la forma en que la autora camina entre el silencio y el deseo, por las sombras, al despertar de los sueños. Sin duda en estos dos ensayos podemos ver reflejada la esencia de la obra poética de Amparo: críptica y dolorosa. Enseguida vienen los trabajos sobre la prosa. Comienza Margarita Tapia Arizmendi quien toma el cuento “Fragmento de un diario [Julio y agosto]” que aparece en Tiempo destrozado. Margarita se asoma al núcleo de la técnica daviliana, cuando habla del claroscuro del alma del artista que trata de convertir el sufrimiento en arte. Regina Cardoso Nelky toma el cuento “Final de la lucha” con el tema del doble. Interesante visión que nos encamina a ver cómo Amparo trabaja el tema del otro, pero de aquél que vive en nosotros acosándonos constantemente. Ana Rosa Domenella analiza en “Alta Cocina” de Amparo Dávila; el relato está analizado a partir de los ojos de un narrador que ve a la madre como aliada de lo cruel y del poder. La amenaza, el dolor y la crueldad de la cocina alimenta al narrador quien digiere la experiencia traumática de la cocina durante el sueño e incluso en la angustia cotidiana. Tal vez los mejores cuentos de Amparo son los que han sido estudiados en este volumen; tal es el caso de los anteriores y de “La señorita Julia”, a quien podríamos llamar la maestra de la angustia en los cuentos de la escritora. En este cuento surgen unos personajes que aunque presente en la atmósfera del resto de la obra de Amparo, resaltan por su fuerza: viven en el límite de sí mismos y de la sociedad y su vida no podía ser más precaria, a caballos siempre entre lo racional y lo irracional. A Berenice Romano Hurtado le debemos una reflexión sobre la etiqueta puesta algunas veces a la obra de Amparo, el sello de “literatura fantástica”, por lo visto tema muy debatido. Y también el análisis sobre los cuentos de Tiempo destrozado que la acercan a la literatura del terror, donde vidas apacibles se topan con lo inesperado y adquieren un sino fatal. Por su parte, Maricruz Castro Ricalde en De solteías, soledades y aislamientos toma algunos cuentos de Tiempo destrozado para ejemplificar no sólo el valor de la soltería en la obra de Amparo sino también la relación entre la educación de la autora y su resultado en su obra. Luzma Becerra (Amparo Dávila o la conquista de lo sobrenatural) hace referencia a los cuentos de Árboles petrificados para demostrar cómo en ellos se borra la frontera entre lo real y lo sobrenatural; Laura López Morales (Para exorcizar a la bestia), revisa el bestiario en la obra de la cuentista y su simbolismo; y Laura Cázares (El espacio invadido en dos cuentos de Amparo Dávila) desmenuza las obsesiones de la escritora y la necesidad del ser humano de salir de sí mismo, aunque esto se logra volviéndose a construir. Apunto el contenido del libro y subrayo su importancia. Mi experiencia fue mirar de una manera distinta la obra de Amparo. Me dieron ganas de releerla con cuidado. Gracias al Taller de Teoría y Crítica “Diana Morán” por permitirnos volver a la obra de quien en su época se conoció como una escritora original y sólida, y ahora es leída con respeto y curiosidad por saber de dónde le surgió el mundo que pinta. |